¿EL TIEMPO SIEMPRE TIENE LA RAZÓN?
- Inside The Closet
- 29 nov 2018
- 3 Min. de lectura
Bogotá es una ciudad en la que por lo general se puede conseguir lo que sea a la hora deseada; rumbas hasta las 3 de la mañana, taxis y servicios de Uber durante las 24 horas del día, restaurantes abiertos aun a medianoche e incluso los cines tienen sus funciones en cartelera hasta tarde en la madrugada. La vida debería regirse bajo ese sistema también; la disponibilidad del tiempo y la posibilidad de controlarlo a nuestro antojo debería ser ese superpoder innato con el cual todos merecemos nacer, pero no es así, ya que desafortunadamente es el tiempo lo que nos controla.
Nuestro ciclo natural se basa en proyectarnos a corto, mediano y largo plazo; tenemos 8 años y soñamos con ser adolescentes para pretender que de esta forma conseguiremos todo lo que deseamos, llegamos a los 18 y creemos que estamos listos para comernos el mundo de un solo bocado, pasamos a los 28 y nos damos cuenta que el dinero y el tiempo se nos salen de las manos en un abrir de ojos y es ahí cuando caemos en el afán de querer sentar nuestra vida con una pareja estable, o en el mejor de los casos, con una mascota como acompañante. Nos preocupamos porque nuestro reloj biológico avanza y empezamos a pensar en que lo siguiente que veremos será esa famosa pero intrigante luz al final del túnel, esperando cual será nuestra siguiente parada o si, por el contrario, es este la última parada del viaje.
¿Es nuestro destino inevitablemente controlado por el tiempo? o ¿acaso la vida es simplemente una serie de situaciones aleatorias?, ¿Si hubiese llegado 10 minutos tarde a una cita, tendría esto un impacto en lo que sería el resto de mi vida? ¿Me hubiera podido ahorrar muchos chichones sentimentales y dolores de cabeza? Es posible que… ¿todo en la vida ya se encuentra milimétricamente cronometrado?
Vivimos en una era en la cual no estamos pendientes del presente, sino que día a día vamos corriendo con nuestros quehaceres, pensando en lo que debemos tener listo para el siguiente, y así mismo creemos que la religión o la astrología son los que determinan cuanto tiempo tenemos y cuanto nos queda, y puede que ambos lados de la balanza tengan algo de certeza en esto, pero nos condicionamos a estas diversas alternativas y nos limitamos a creer que nuestro diario vivir está limitado a lo que sucederá en las próximas horas; apuramos matrimonios, abandonamos personas por afán, o por el contrario, acabamos estando con alguien para quemar la necesidad de no pasar el tiempo estando solos. Hace poco leí un tweet de alguien que se me hace bastante interesante, no solo por su forma de ser y su inteligencia sino porque siempre tiene la frase indicada para el momento: ‘’La muerte es un silencio eterno, algo así como la soledad. Todo es una práctica para el momento final’’.
He tenido la desagradable experiencia de salir con hombres que a pesar de tener una edad en la que uno creería que ya tienen su proyecto de vida forjado, actúan y piensan como adolescentes, y eso nunca será bueno, porque ciertamente solo lucen como niños que están adelantados a su tiempo y que no poseen una madurez suficiente para asumir lecciones de vida y retos mas complicados. Que pereza salir con alguien que no actúa según su edad y aguantarse niñadas o pataletas, por esa razón siempre he dicho que los niños jamás serán mi fuerte, diría que más bien y por el contrario los tolero (inserte acá la voz de Kika Nieto).
Sonará cliché, pero siempre será mejor disfrutar la relación, las personas y los momentos justo cuando estén pasando, mientras estén en nuestras vidas y ver siempre el lado bueno de esto. Nada servirá llorar en una tumba de un ser querido, o que lloren en la propia cuando ya no hay nada que hacer. Eso que dicen que ‘’mejor díganme las cosas ahora que me tienen acá y sigo vivo’’ no puede ser más cierto. Cada cosa llega a su tiempo y cada persona se va en el momento que cumple su ciclo, y eso es algo que hay que comprenderlo, aceptarlo y digerirlo cual pastilla sin agua, o aguantarlo de la misma forma que logramos soportar una penetración sin saliva y mucho menos sin condón.
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