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Taylor Swift, “You’re Losing Me” y el momento que me di cuenta que en verdad me estaba(s) perdiendo

Cada vez que (A) me decía que actuaba como un “Swiftie” entraba en negación. No me lo creía. Pero tiene una razón de ser; la negación no era de gratis.


En mi adolescencia, viví un momento histórico en la cultura pop, que fue la pelea entre Katy Perry y Taylor Swift años atrás, cuando presuntamente por un bailarín, la amistad de ambas se hizo pedazos, dividiendo a la industria musical, las celebridades y los fandoms en dos bandos, y donde las redes sociales se daban a golpes por una pelea mediática banal. Yo era del “Team Katy”; por alguna razón siempre apelé a la estética colorida de la intérprete de “Swish Swish” que a las letras country que Swift aún cantaba por los vagos inicios de la década del 2010.


En las redes sociales defendía a Katy Perry como si de mi propia mejor amiga se tratara, y más cuando en medio de la don tienda, Nicki Minaj optó por tomar el bando de Perry. Si Nicki Minaj dice que salte, yo salto. Mi amor por Katy Perry aumentó.


Con los años y como todo, la vida se encargó de poner a ambas divas del pop en su lugar, hicieron las pases, y fue como si mi sesgo y terquedad se disiparan, y me gusto por la música de Taylor Swift volvió a crecer espontáneamente, más aún en su álbum “Lover”. No solo eso, la música de Katy Perry ya no tenía el mismo impacto que solía tener a mis 17.


Pero como a todos en la vida, el amor (o el enamorarse de alguien involuntariamente) tocó mi puerta, la abrí, y caí en un abismo sin fondo. Un abismo vicioso, empecinado y harto que entre más profundo me tragaba, menos salida le hallaba.


Al llegar la pandemia del COVID, (A) y yo estábamos en un punto bastante triste e innecesariamente doloroso, y en medio de tanta incertidumbre, Taylor Swift lanzó “folklore”; inmediatamente fue como si una persona hubiese podido traducir mis sentimientos, vivencias y experiencias de desamor, tristeza y desentendimiento como nunca lo sentí; tradujo mi sensación de saber lo que se siente dar todo y no recibir nada a cambio, de no poder dejar ir, de vivir en los mundos del “que tal si hubiésemos sido”, y el de vivir en la tristeza y la duda de “lo que no pudimos ser”.


A él le dediqué las canciones de ese disco que fueron un abrazo a mi mente y lo que sentí, con lo poco que pude intentar expresar, y aún así no fue suficiente, y me dolió por el hecho de que nunca unas canciones como aquellas (mirrorball y hoax) fueron suficientes para expresarle como me sentía.


Los meses pasaron, y Swift, en su arduo trabajo de intentar recuperar el trabajo que Scott Braun le quitó, lanzó la regrabacion de su álbum del 2012, “Red”, y en ella se volvió a rehacer la versión de 10 minutos a una de las canciones más queridas por su comunidad de fans: “All Too Well”. Letra por letra ella logró volver a poner en palabras y melodías lo que (A) aún me hacía sentir (porque a pesar de tantas razones para haber cerrado esta puerta y no volverá a abrir, que yo tenía de por medio, aún no lo hacía) y a la vez me sentía avergonzado de gritar con el despecho vivo una canción de ella.


¿Por qué? Porque el ser fan de Taylor Swift viene con la etiqueta de ser un demente sin vida social de la Internet que va a acosarla a su casa, ataca a sus ex novios y opina sobre su vida privada como si la pobre mujer no fuese un ser humano que vive de su música, pero que siente y discierne entre lo que es el amor de un seguidor y un stalker que no sabe lo que es la privacidad.


No solo eso, sino porque me avergüenza el hecho de que la vida puede cambiar tu percepción a medida que creces, al punto en que una cantante que por pura inmadurez juvenil, la ataqué y me burlé en cada oportunidad que tuve, apoyando los ataques abusivos de Kanye West, las Kardashians y Scooter Braun e incluso las propias Katy Perry y Nicki Minaj, durante todo el drama del 2016. Por haber hecho venia a una canción donde se le humillaba y denigraba, todo por un escándalo mediático absurdo, sabiendo que años después ella sería quien podría poner mis sentimientos en algo tangible (o al menos legible).


Tras el lanzamiento de su álbum “Midnights”, Taylor Swift volvió a poner mi mundo de cabeza con canciones como ”Maroon”, “Anti Hero”, “You’re On Your Own, Kid” (que le encontré el amor gracias a mi mejor amiga) o “Labyrinth”, donde describe perfectamente esos sentimientos de dudas, autosabotaje, y de entender que a veces ‘el problema es uno mismo’ (I’m the problem, it’s me), una vez más me identifiqué con sus letras, y una vez más (A) me decía que yo era todo un “swiftie” por emocionarme y contarle de lo mucho que me (y nos) identificaba ese disco. A él le gustan una que otra canción de Taylor, pero supongo que jamás llegó a entender la razón por la que me terminaba enamorando de sus trabajos recientes.


Pero mi entendimiento llegó a una conclusión cuando en medio de su extenso rollout de este trabajo discográfico, no solo se revela que ella y su expareja Joe Alwyn, terminaron. Ante mis ojos se desplegaba algo que no creí que sucediera: una Taylor Swift que tanto creía que había logrado encontrar el amor, se daba cuenta que no era lo que quería para su vida, y que el tampoco podía verla como un hogar a futuro. En ese momento ella decidió lanzar una canción inédita y agregarla a esta nueva versión del disco, se titulaba “You’re Losing Me”. En dicha pista ella cuenta como su ex pareja efectivamente la está perdiendo, y a pesar de ser circunstancias completamente opuestas, (A) también me estaba perdiendo.


Él me venia perdiendo de hace tiempo, por mas que daba no recibía, pero yo no quería asimilarlo, no quería darme cuenta que todo lo que él me dijo un día fue cierto: tarde o temprano, por más que intentemos aferrarnos a algo, por más deforme que pueda ser, la vida misma se encargará de irla quitando con el tiempo. Poco o nada tenía yo que hacer por salvar “eso”.


Esa canción fue lo que abrió mis ojos y comprender que así como Taylor pudo (y Shakira pudo, Miley Cyrus pudo, y Karol G pudo) salieron de esas relaciones que no les aportaban, yo también podía hacerlo (y debía).


Tal vez no seré uno de esos 'Swifties' que irá a tumbarle la puerta de su casa a patadas por una foto, o que le gritará por la calle que ojalá vuelva con sus ex solo porque se veían bien juntos, pero en definitiva si seré uno que reconozca su talento y la habilidad de crear música que realmente conecta y hace el trabajo que la música se supone, debe hacer: mover fibras y estremecer las venas.


Nicki Minaj será la número uno toda la vida si de divas de la música se trata, pero ahora no me dará pena decir que si, soy fan de Taylor Swift y de los proyectos que lance a partir de ahora sin temor a que me incluyan en la bola de raros que no respetan su vida personal.

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