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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR

Mi amigo José, quien siempre ha sido un escéptico en el amor, parecía que por fin la vida decidía tornarse del color que mejor lo puede representar: el rosa. Tuvo la oportunidad de conocer al que describía como "el que parece que sí es", se conocieron por medio de la habitual rutina de buscar sexo en las redes sociales y todo lucía como algo que duraría años, pero es ahí donde generalmente muchos nos confundimos y creemos que un par de palabras bonitas y la invitación a una cena romántica, irán proseguidas de un anillo y un "felices para siempre"; se quedaban a dormir juntos, detalle iba y detalle venía, y tuve la fortuna de ser el primero que supo de su romance, me lo contó mientras me invitaba a McDonald's ya hace mucho no nos veíamos. Todo se veía como una historia de amor perfecta, pero no terminó siendo así, porque en el mundo gay es raro encontrar una relación que dure más de 6 meses, y en menos de un mes el Sr. Perfecto pasó a ser el Sr. Hijueputa; José había sufrido de su primer desamor, y fue cuando me di cuenta que al parecer nadie le advirtió que el amor en la ciudad había muerto.


Bienvenidos a la era de la "des-inocencia", donde nadie va a desayunar a lugares de etiqueta y tampoco se tiene aventuras para recordar. En vez de eso, los desayunos se toman a las 6 de la mañana, tenemos amoríos y cuentos que tratamos de olvidar lo más rápido posible, buscamos sexo en aplicaciones que nos conecten con el que más cerca esté, y después de media hora no nos interesa saber más del personaje en cuestión. Cupido ha abandonado la ciudad. Y así como José, hay cientos de miles de jóvenes en Bogotá, que sin importar su orientación sexual cargan con ese signo de pregunta en cuanto a las relaciones. Los conocemos, y todos estamos de acuerdo que cada uno de ellos es increíble a su manera; viajan, algunos ya pagan impuestos, gastan $500.000 en un abrigo de Zara, se la pasan de bar en bar en "Chapigay", y están solos. Entonces uno podría decir que es verdad... el amor repentinamente se empezó a esfumar, o simplemente los gays nunca tendremos esa posibilidad de experimentar el amor como lo haría un heterosexual "normal"... ¿Estamos diseñados para el desamor?


Pareciera ser que si, porque a lo largo de mi corta experiencia en el amor, y a pesar de ser el que más se entrega termino siendo el que más sufre; no es una cuestión de victimizarse, es una forma de sincerarse, porque se quiera o no, uno mismo es el que siempre va a querer tener la razón y quedar como el bueno de la historia, aunque haya sido el que actuó de la peor manera posible. Cada vez que se presenta la posibilidad de formar una relación sana y duradera con alguien, nos damos cuenta que las cosas no son tan sencillas como parecen, que no hay compromiso a la relación, tomamos esto a la ligera y más en la época consumista en la que estamos, en la cual las cosas pasajeras y de momento son las que más nos agradan a la vista, una vez que las tenemos las dejamos de lado y buscamos otra cosa (o en este caso humano) que nos llene el vacío que no hemos podido llenar, en ese paso dañando a aquel que si estuvo dispuesto a darnos todo de si mismos. Y es así como poco a poco el romanticismo se va acabando, no nos interesa más salir con alguien, nos cortejan y no creemos ni una sola palabra porque imaginamos que sólo quiere "el ratico" pasando a ser uno más de la lista. No esperen que a este paso las cosas vayan a cambiar.


Nadie en esta época está pidiendo que le lleven serenata a la medianoche, o que obligatoriamente para cada cita se le deba llevar un ramo de rosas a la otra persona, pero si hay que partir de la base de que todos tenemos expectativas, esperamos honestidad y sinceridad porque siempre hemos visto esos valores como el pilar para cualquier relación y es algo que ya no se da hoy en día; ahora se dan orales, no verdades. Se debería comenzar a ser honestos, no solo con el individuo al que estamos ilusionando, sino también con nosotros mismos y reflexionar por un momento si ese daño que estamos causando nos gustaría que nos los hicieran también, y si vale la pena herir a otros solo por diversión o físico aburrimiento. De vez en cuando podríamos ponernos en los zapatos del otro, y así nos daríamos cuenta que a veces es mejor amar de verdad y cuando sea un sentimiento genuino, a pretender ser un rompe-corazones, porque así como dice un viejo dicho: "Nunca hay que escupir de para arriba, porque el que lo hace le cae en la cara"

 
 
 

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