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LO QUIERO, LO TENGO: BOGOTÁ FASHION WEEK 2019.

Una de las metas que me trazé el pasado 31 de diciembre fue el poder asistir a la mayor cantidad de desfiles de moda acá en mi país, porque como todo en la vida, se debe comenzar dando pasos de bebé. Claramente el Bogotá Fashion Week era el número uno en dicha lista, aunque era un evento que veía lejano de asistir porque no es fácil conseguir una invitación; no están a la venta, no las regalan tan fácil y la participación en los concursos que hacen en redes sociales se reduce a una humillación pública ante los demás en un intento de ruego por demostrar que uno realmente anhela estar sentado en las filas de espectador así sea por los quince minutos que dura una de estas.


Cuando digo que no fue fácil, a pesar de que todas las circunstancias y obstáculos se derribaron fácilmente y logré mi cometido, lo anterior lo digo sin la menor exageración: hablé con amigos, contacté diseñadores y patrocinadores, envié mi portafolio como solicitud de acreditación, caminé cuadras y cuadras recolectando invitaciones de los participantes que no me hicieron el feo y decidieron apoyar mi ambición, gasté mi salario entero con el fin tener las pintas perfectas que fueran de mi gusto para la ocasión, y el mismo día en el que el primer evento iniciaba, recibí un correo anunciando mi aprobación para tener una escarapela atada con un lazito rojo que simbolizaba la llave de acceso a casi todos los rincones del edificio y a las 19 pasarelas que se presentaban este año, lo que se conoce como la ‘acreditación’.


¿Felicidad?, claramente ese término no era suficiente para expresar mi desborde de alegría y orgullo por mi mismo, por haber cumplido por primera vez un propósito de Año Nuevo, y por ver que todo el esfuerzo puesto en la tarea de asistir dio frutos, algo que logré casi por mis propios medios (digo ‘casi’ porque más adelante sabrán la razón de esa palabra).


Ya había tenido la oportunidad de asistir a la edición del año pasado, y a pesar de que sólo fue a una de las pasarelas, porque una de las personas más importantes de mi vida no dudó en pensarlo dos veces a la hora de comprometerme para acompañarlo a una de ellas. Dicho desfile se trataba nada más ni nada menos que el de la diseñadora Lina Cantillo, y desde el momento en el que salí del mismo edificio en el que estuve casi 8 horas durante la última semana, supe que para la siguiente edición yo debía estar ahí para presenciar el evento completo; ahora si entiendo la intención de Ariana Grande al decir ‘I want it, I got it’ en la canción ‘7 rings’.


Creo que no pude haber estado en mejor compañía. Conocí personas increíbles como a Silvia Tcherassi y Pilar Castaño, iconos de la moda en nuestro país; compartí y aprendí con varios colegas que aprecio como The Inexpert y Andrés Astudillo, hice nuevos amigos como el alocado par de TrendyLovers, me gocé cada espacio y momento con mi ángel fashionista Daniela Riaño (al principio dije que esto lo logré casi por mis propios medios, porque esa mujer estuvo a mi lado haciendo todo lo posible para poder llevarme, que gracias y que nunca cambie, le mando decir por acá)... y cómo olvidarlo, le dije a mi astronauta favorito que bajara de la luna por un par de días, que aterrizara su cohete y que estuviera a mi lado durante esa semana, porque no hay mejor decisión que la de compartir esta clase de espacios con alguien que no solo le guste esto, sino que esté en la misma sintonía con uno, que sea capaz de darme la mano cuando los escalones son muy altos para no dejarme caer, y de aguantar mis repentinos y drásticos cambios de humor que surjan por una que otra pequeña situación.


Moda, atuendos, los flashes de las cámaras brillando por doquier e infinidad de asombros por lo que desfilaba en las pasarelas me hicieron darme cuenta de lo afortunado que fui por haber podido asistir. No todos tienen la oportunidad de presenciar un desfile de modas tan de cerca, y mucho menos quedar ubicado en el ‘front row’ tras el primer intento de ser aceptado, afortunadamente este no fue mi caso y puedo decir con toda la certeza del mundo, que no hay mejor sensación que presenciar un evento de estos ahí en la primera fila, y aunque presencie el evento desde ambos extremos de ubicación, tanto en el gallinero como en los primeros puestos, nada se compara al chance de ver las telas, texturas y colores a unos cuantos metros de distancia.


Por mi parte, hasta ahora sigo en depresión post-Fashion Week. Cansado pero a la vez feliz por esos tres días, feliz por estar rodeado de talento y personalidades tan distintas reunidas en un mismo espacio, de poder seguirme dando cuenta que encontré mi pasión en la vida y el sentir que voy en el camino correcto. No se si fue la moda, o el hecho de que durante esos días estuve rodeado de amigos que adoro y personas que admiro, pero por primera vez en mucho tiempo me sentí yo mismo.


¿Siguiente parada? El B Capital, y ColombiaModa si Dios y el universo se alinean para poder asistir. Mientras tanto, me quedó con la frase de cajón de que todo lo bueno siempre debe terminar, porque por ahora el glamour terminó y la rutina regresó.

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