PENSAR: LA PEOR TORTURA.
- Inside The Closet
- 27 feb 2019
- 2 Min. de lectura
En una ciudad tan agitada como Bogotá, uno diría que nunca hay tiempo para nada, escasamente para dormir y comer. El tiempo pasa frente a nosotros y no hay nada que podamos hacer respecto a eso.
Así cómo sentimos que el tiempo transcurre de forma rápida, tendemos a pensar que el paso de las personas en nuestra vida, será de un tránsito lento, prolongando su estadía en nuestro sendero. Asumimos que en nuestra vejez, nos acompañaran las mismas personas con las que compartíamos en la adolescencia, y aunque jamás se debe decir “nunca”, el futuro siempre es incierto ante ese pensamiento.
Solía creer que así era, que mis amistades de hace 6 o 7 años estarían conmigo en este momento y para ser realista, solo 4 o 5 pasaron la prueba; el resto, terminaron siendo tan solo un viejo cuadro, cuyas figuras algunas veces parecen pintadas de tonalidades cálidas, y otras veces con colores fríos.
Después de vivir una serie de situaciones que me golpearon contra un muro llamado realidad, en el cual todo lo que conocía se desmoronó; eliminé recuerdos de mi alma, me arrepentí de besos, supliqué por permanencia, y caí en cuenta que nada en esta vida es estático y que afortunada, o desafortunadamente siempre estaremos en constante cambio, queramos o no. Pero, ¿qué pasaría si nada cambiara? ¿Si jamás buscáramos la forma de rodearnos de mejores energías?... ¿Es necesario mudar de piel cada cierto tiempo?
Siempre me ha gustado pensar en que cada vez que una puerta se cierra, una ventana se abre, tal vez para traer un aire nuevo, para refrescar con esa brisa que de vez en cuando es necesaria para reducir el sofoque, y que aunque a veces esa ventisca nos moleste, al final termina renovando nuestros pulmones.
No es fácil hacer limpieza en nuestra cabeza, así como nunca es fácil decidir qué prendas sacaremos del armario para hacer espacio, y así poder darle un lugar a las nuevas que lleguen. Así mismo debemos hacer con las personas que realmente solo hagan montón en nuestro camino, que sean una piedra en el zapato, o una montaña que solo Dios podría sacar de nuestra vista; pensar con cabeza fría, tomar un gran respiro, y hacer lo que lastimosamente toca.
Para el mal de algunos, cómo yo, somos lo que terminan lanzando a la bolsa de basura, en vez de ser nosotros los que disfrutamos de esa desdicha. El tiempo no espera para nadie, y cuando es el turno de que nos inviten esa aromática para dar a entender que nuestra visita terminó, lo más saludable es irse, agradecer por la atención prestada, y retirarse con los bonitos recuerdos dejados allí, por más dolorosa que pueda ser la despedida; ya será decisión del dueño del lugar, si desea vernos otra vez.
Debo admitir que no he podido dormir por varias noches, pero finalmente, fue ahí, a las 4:50 AM, donde pude comprender qué si queremos que la tormenta finalmente pase, habrán personas que debemos sanar y perdonar; habrán situaciones y momentos que no valen la pena volver a recordar; pero sobretodo, habrán mejores prendas y zapatos que están esperando para que en el closet, colgadas puedan estar.
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