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SOBREDOSIS SENTIMENTALES

El consumo de sustancias alucinógenas en Colombia es un tema que aún, hoy en día, no es fácil de tocar, y más en este país, cuyo principal karma ante el mundo entero ha sido precisamente este. Personalmente, y teniendo la fortuna de ser proveniente de la generación de los 90 no mantengo una mente cerrada a esto. Claro que el decir algo así no da pie para que crean que voy por la vida inhalando e inyectandome la primera cosa que me ofrezcan por la calle, pero mantengo mi posición la cual esta basado en un dicho bastante popular: "cada quien hace de su vida su propio mierdero". Algo a lo que no soy ajeno.


He visto como estas deterioran a las personas, algo que también tiende a suceder en las malas relaciones, porque muchas de estas terminan convirtiéndose en un vicio, en la inexplicable razón de vivir e incluso si no tienen su dosis personal de amor tóxico al lado, enloquecen hasta picos de gravedad. Aún me pregunto si realmente no existen centros de rehabilitación para estos individuos, porque si he pensado en internarme en alguno de estos sitios más de una vez, no por consumo, sino por desespero... ¿Acaso el amor es la cocaína que todos decidimos consumir de vez en cuando?, ¿enloquecemos y nos desesperamos a tal punto de necesitar intervención psicológica si no lo tenemos?, ¿el amor es más letal que cualquier droga existente?


Hoy en día vemos como las canciones constantemente nos presentan escenas de alusión a las drogas en relación con el amor; Rihanna en su canción 'Diamonds' hace alusión a la cocaína como escape a una ruptura, Nicki Minaj en las letras de 'Ganja Burn' afirma pensar en su pasada relación mientras consume marihuana, y podría mencionar muchos ejemplos más, como prueba de los constantes bombardeos que tenemos en relación a ver el amor como la principal sustancia que altera nuestras funciones cerebrales, desarrollando una dependencia necesaria para vivir o superar un romance, y a la larga... ¿no es así?


Hace cuatro años acepté verme con un tipo que no era nada a lo que yo acostumbraba a fijar mi mirada, y fue cuando tuve mi primer contacto y atracción hacia alguien que consume marihuana. Su nombre era Santiago, y me agradaba varias cosas de el y su personalidad. Dos semanas después decidimos vernos, pero como el ser humano no es estúpido sino estratega, supe desde la primera señal lo que buscaba, no me negué a nada de lo que pudiese suceder y entre ida y venida, entre el intercambio de ideas y fluidos, me comentó de su uso de la marihuana. Me erizé, probablemente porque era algo que siempre se me presentó como algo negativo ante mis ojos, pero poco a poco terminé más interesado en el, como sí la adicción me hubiese sido transmitida sin necesidad de estar consumiendo. No llegó muy lejos porque la idea de terminar en algo así me asustaba, pero no sabía a cuál de los dos peligros : la marihuana, o él.

Hoy en día el hecho me causa risa, pero haciendo el retroceso, pienso que desde un principio terminé aceptando su amable invitación, porque si nos ponemos a pensar... alcohol, Marihuana, LSD, Metanfetamina, nuestra relación pasada... ¿no estamos todos siempre en recuperación de algo?


Dándole un giro de 180 grados a la situación, y si miramos más a fondo, el problema no son las drogas, sino quien las usa, así como tampoco lo es el amor, sino quien lo corrompe, porque así como está en la elección de quien consume en hacerlo, está en nosotros mismos el transformar algo significativo como una relación en algo dañino como una dependencia. Esa mala concepción que vamos armando sobre lo que estamos construyendo con ese otro es lo que desencadena el componente tóxico en nuestro corazón y en la relación, el creer que es una obligación y al mismo tiempo necesidad el estar junto al individuo todo el tiempo nos convierte en adictos a esta, y siempre terminaremos demacrados, sin sentidos, en un psicólogo, o en un centro de ayuda en el mejor de los casos.


Todo en esta vida es malo si se excede; los tragos, el tabaco, el cariño y lo que le sigue, son permitidos en su justa medida. Es mejor controlar nuestras hormonas y nuestro corazón desde el principio, ya que si no decidimos domar nuestros sentimientos poco a poco, las calles del Bronx serán algo pequeño comparado con la forma en la que nuestro corazón y nuestra mente podrían terminar.

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